27.9.05

11._ Ética

Por lo tanto, es esencial a la Humanidad el reconocerse a sí misma --y a su mundo-- como inacabada, como un proyecto en vías de realización cuya suerte depende de su propia acción.
En vista de las dificultades de la empresa, y considerando que tal vez sea imposible conseguir su "acabamiento", esta voluntad puede experimentarse como trágica, e inducir inevitablemente a un "sufrimiento existencial". Y ello no sólo por lo aparentemente inalcanzable del bien total, sino por la precariedad, y continua destrucción, de los bienes parciales conseguidos con tanto esfuerzo.

Sin embargo, la Humanidad vive, y si vive, es de la esperanza en un acabamiento futuro de sí misma, irrenunciablemente. Su conciencia del mal, al contrario de demostrar el sinsentido de la vida y la inexistencia de Dios, revela la presencia, en su mismo interior, de un "proyecto de bien" cuyo objetivo final es Dios. (No podemos dejar de recordar aquí las palabras de Kant: "Hay dos cosas que llenan mi ánimo de admiración y reverencia siempre nueva y siempre creciente, cuanto más asidua y atentamente mi mente se ocupa de ellas: el cielo estrellado por encima de mí y la ley moral dentro de mí").

Desde el punto de vista de la evolución cósmica, la Humanidad es una etapa, un nivel de emergencia seguramente intermedio, en el que se hace consciente el impulso creativo de la Naturaleza, en el que la finalidad del proceso se vuelve propósito de auto-acabamiento. El espíritu de Dios está pues especialmente presente –inmanente-- en la voluntad y el entendimiento humanos, y podemos decir que se expresa, como una "voz secreta" que guía su búsqueda, en los sentimientos éticos y estéticos de la Humanidad.

La voluntad humana está guiada por la ética, o mejor dicho por un "desarrollo ético", que parte de los impulsos primarios de satisfacción individual inmediata, y crece "espacialmente" hacia los demás seres del entorno, y "temporalmente" hacia bienes mediatos, futuros. Esto significa una progresiva ampliación --afectiva y racional-- del punto de vista individual, una incorporación de los intereses ajenos como propios, y una subordinación de los deseos inmediatos para la mejor consecución de fines a largo plazo. En vez de "satisfacción para mí, ahora", un proyecto de "bien de todos en un futuro y para siempre". En el límite, esto supone la consecución de un estado final perfecto y definitivo del universo, es decir la Novedad Última, Dios. Por eso, este desarrollo ético de la voluntad humana queda adecuadamente expresado en la concisa fórmula: "ama a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo".

El desarrollo ético está en el fundamento de las sociedades humanas, y sus aspectos concretos se plasman en usos y costumbres, en normas, leyes, y estructuras. Desde luego, se manifiesta por fines parciales, proyectos locales y temporales, intereses sectoriales, que pueden constituir etapas en el desarrollo, ciertamente indispensables por las exigencias de la realidad, pero también, al rigidizarlo o estancarlo, pueden obstaculizarlo gravemente.

En cualquier estado de la evolución humana existe pues un "estado de desarrollo de la ética" de cada sociedad, o individuo, que queda "fijado" en estructuras, normas, leyes, usos, criterios, costumbres, etc., constituyendo una "moral cerrada" que preserva los logros éticos ya establecidos. Pero, en tanto que el desarrollo debe proseguir hacia sus fines últimos, cualquier estado intermedio debe ser superado, y por lo tanto las sociedades y los individuos deben cuestionar permanentemente sus normas para irlas ampliando y adecuando a nuevos fines más elevados; esto constituye una "moral abierta", cuando es el caso que ocurre sin violencias.

Por supuesto, el desarrollo ético no es fácil. No es un progreso lineal y continuo sino que está lleno de fallos, retrocesos, estancamientos, vías equivocadas, que se traducen en instituciones injustas y en comportamientos culpables, desde el punto de vista de la misma moral vigente o de una ética superior que pueda poseer algún observador crítico, quien, en caso de disponer del poder necesario, deberá provocar el cambio a otras estructuras y normas más convenientes.

Como no existe un observador que sea poseedor de un punto de vista ético "absoluto", --aunque algunos se crean inspirados directamente "por Dios" o por su "genialidad personal" en lo referente a asuntos concretos--, el progreso está lleno de conflictos.

Pero confiamos en que, en su conjunto, la Humanidad tiene en sí las tendencias adecuadas según el espíritu de Dios. No el capricho, ni el azar, ni los intereses mezquinos, sino su "capacidad de Dios", el Espíritu en su particular presencia en el nivel de emergencia humano, guía a la Humanidad en último término y en su conjunto.

La voluntad humana tiene también, manifiestamente, resistencias, inercias, espontaneidades, tendencias destructivas y regresivas --"hacia la nada"--, que deberá ir venciendo en el transcurso del proceso. Eso refleja, en el nivel humano, el hecho de que la acción del Espíritu no es absolutamente determinante de cada fenómeno --o voluntad-- particular, puesto que en caso contrario todo sería "acto instantáneo", realización inmediata de la Novedad Última. La existencia misma del proceso, en particular de la Humanidad, implica la inevitabilidad de la existencia provisional del mal.
Pero creemos que la tendencia hacia Dios, la "buena voluntad", el espíritu de Dios, prevalecerá sobre las tendencias negativas de la "mala voluntad", y acabará por realizarse.